Nimbos, al dos por uno

*** Es una suerte que en México contemos con algunas aerolíneas económicas, por que hace algunos años solo una muy pequeña parte de la población podía viajar en avión, dado lo caro de dicho transporte. De esos años de altas tarifas viene este relato, espero que les agrade. ***



Nimbos, al dos por uno.


Me subí a un avión, después de quince años de no hacerlo. En el último peldaño de la escalerilla estaba una azafata de grandes ojos negros, muy mona ella, morena y de un cabello negrísimo; cruzamos miradas por cinco segundos... los suficientes para caernos mal.

No puedo culparla por la mueca que hizo cuando me vio. Con una semana sin lavarme el cabello (por llamarle de algún modo a la colección largas hebras anudadas que me llegaban hasta la espalda) barba de quince días (en un rostro como el mío, que no está diseñado para tener barba) y camisa viejísima, con remiendos por doquier, manchada aquí y allá con gotas rojas de ketchup (de la hamburguesa que me acababa de comer en el Wings, a falta de otro restaurante cercano) estaba hecho un desastre, pero cuando no lo estoy.

Por un momento, en el inevitable cruce hacia mi asiento, la Azafata morena me dio un "buenos días" bastante fingido, que yo correspondí mirándole descaradamente las tetas, mas por fastidiarla que por morbo, por que no tenía gran cosa.

Mientras nos acomodábamos y una zafata rubia pasada de años nos daba esas indicaciones cómicas que dan, me dió por poner atención en mi asiento. Resultó ser no tan cómodo como yo recordaba en mis viajes infantiles, pero la ventanilla oval sí: pequeña y algo opaca. Recordé que los asientos podían graduarse, así que me puse a buscar una palanquita, perilla o algo para reclinar hacia atrás el respaldo, pero lo único que conseguí fue llenarme los dedos de chicle, (que algún tarado naco había pegado bajo el asiento) Miré bien por los costados, a lo mejor y en estos aviones modernos el asiento se reclinaba con un botoncito electrónico, (hace tantos años que no vuelo que posiblemente esté haciendo el ridículo - pensé- si claro, debe haber un botón por aquí...) pero era en vano, dicho botón ultra tecnológico no aparecía. En una de esas noté que el recubrimiento alfombrado de el descansabrazos de mi asiento estaba un poco levantado (ajá el botón debe estar abajo de la alfombra) así que presione la alfombra y me respondió un click, pero nada pasó. Desconcertado, levanté la alfombrita un poco para ver si el botón estaba averiado, pero lo que me encontré me dejó helado: un cenicero.

Los que hayan viajado hace 20 años en avión, recordarán que los aviones tenían secciones de fumar y no fumar ...lo cual era estúpido por que ya en el aire todos respirábamos el humo de los de la sección de fumar, lo que llevó a que dicha sección desapareciera, para alivio de los pulmones de todos los no fumadores. Ahora bien, eso había sido hace al menos 20 años... ¡VEINTE PUTOS AÑOS! osea que el modernísimo avión (como decía la publicidad de la aerolínea: contamos con la flota más moderna de México) era un vejestorio con al menos 20 años de servicio... mi primera reacción fue la de agarrarme con fuerza de mi asiento, con un miedo que ni mandado a hacer - Mierrrda, voy a morir - pensé, ajustándome bien el cinturón de seguridad. Entonces, en medio de mi terrorcillo paranoide, me dio por al girar la cabeza... a tiempo justo para ver por la ventanilla como los estabilizadores de vuelo se movían, dejando ver kilos y kilos de óxido bajo su pintura reluciente - Mierrrrda ¡mierrrda...!

cuando recuperé el aliento. presioné el un botón arriba de mi cabeza, con una imagen de una campanita. Algo en mi cerebro me decía que eso llamaría a la azafata, así que lo presioné un par de veces para estar seguro que el mensaje llegara a la susodicha... pero nada pasó, las uniformadas estaban en pleno chacoteo en su cabinita allá enfrente; lo que me causó algo de molestia, por que yo recordaba que en mis viajes de niñez, al apretar el mentado botoncito, una de las azafatas se presentaba en cuestión de segundos; creo que ahora les gusta que las llamen sobrecargos, pero después de esto el despectivo azagata me estuvo dando vueltas por la lengua.


- ¿Desea usted algo?
- No gracias, condenada zorra buenota

Bueno, esta respuesta la pensé, pero no la dije. Mi azafata buenorra y mamona no se esforzaba mucho para disimular que su sonrisa era fingida (atender a un tipo con aspecto de recién fugado del penal era ciertamente mas feíto que atender a viajero de adelante, muy propio él con su traje) Pero como de todos modos tenía que atenderme, lo hacía de mala gana. Yo correspondí a su amable atención rascándome descaradamente las pelotas -déme un whiskey doble, del más caro - le dije, ella se puso colorada, me sirvió y se alejó con su maquillaje recargado a sonreírle a una pareja de ancianos, que viajaban con maletas de cuadritos.
Tomé una revista de esas que hay en los aviones, le dí dos hojeadas y abandoné la idea de robármela, por que estaba llena de publicidad absurda para un proletario como yo: "por 3,200 dólares puede usted viajar a Las Vegas y apostar por 5 días en los mejores casinos, ¡no pierda esta maravillosa oportunidad...!" bah, ¿que diferencia puede haber entre apostar en Las Vegas y apostar en la cantina de mi pueblo? ninguna, por que en ambos lugares lo más posible es que yo salga pelado, nomás que en la cantina del pueblo me dan fiado y en las mentadas Vegas... bueno, no quiero sonar vulgar, pero el nombrecito me pone nervioso con lo que me puedan hacer por allá.

En otro anuncio, una pareja paseaba en alguna paradisíaca playa; el atlético y con aspecto de golfista experimentado, camisa polo y tenis blancos. Ella con un Bikini minúsculo, sarong multicolor, buenísima, con curvas tremendas de top model Obviamente el diseñador sabía que el 90% de los Mexicanos somos chaparros, gordos y que los jodidos no solemos viajar en avión, así que sus modelos lucían como una pareja de norteamericanos exitosos. Me miré la barriga, abultada por tantas tortillas y coca... puah, estúpida revista aspiracional y racista, me choca.

EL resto del viaje pasó sin mayor contratiempo, dí un par de cabeceadas y miré por la ventana la mayor parte del tiempo, terrorcito al aterrizar de nuevo, pero todo bien. En el aeropuerto Charles de Gaulle me estaba esperando Monique, con una pamela hermosa sobre la cabellera rubia y sus ojos azules brillando.

- ¿Ça va, mon amour?
- Bien güera, ya de regreso...

the lowest prices pharmacy online

0 comentarios