Ramiro y las consecuencias

Ramiro sale todos los días antes de que salga el sol.

Camina mil pasos exactos y después mira hacia atrás: nunca hay nadie.

La vereda es pequeña, llena de otros miles de pasos que llevan hacia la selva espesa, verde de malangas, aves del paraíso y como un millón de gotas de rocío.

En una hoja hay una mariquita, es pequeña, de alas rojas, motas negras y camina rapidito. Ramiro la toca suavemente y la mariquita emprende el vuelo hastiada, buscando otra hoja donde posarse, libre de dedos molestos.

Ramiro sigue su camino rumbo a la montaña, va silbando una tonada que se le ha quedado pegada desde anoche, cuando pasó por el centro del pueblo y escuchó la radio. En el centro todos se congregan para escuchar la radio, mientras dura encendida la planta de luz. Después se le termina el alma y regresan los ruidos de la selva.

Una vez Ramiro se topó con un tigre, tenía la cabeza grande y garras filosas, pero Ramiro no tuvo miedo; se acercó despacito, tratando de tocarle el dibujo de la piel. El tigre no lo sintió venir, pero cuando Ramiro crujió un palito, se alejó dando un salto enorme. Ramiro vio entonces que el tigre se estaba comiendo un venadito, rojo él de sangre tibia. Esa tarde, cuando Ramiro bajó del monte, traía al venadito envuelto en un sarape. La gente del pueblo se asustó, algunos fueron por los fusiles, pero Ramiro les dijo muy quedito: no es necesario, yo ya lo asusté y se fue a la sierra...

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