Mariposas y cebras


(fragmento)

Camino al teatro no hablamos, hasta que ella encendió el autoestéreo y empezó a sonar alguna pieza de Brahms

- ¿Podemos escuchar algo? - me preguntó con esa sonrisa intensa, de mil diablos carmín. Yo toqué el botón de eject y el disco de Brahms quedó tornasol, entre mis dedos
- Este no es uno de mis discos preferidos , de hecho me caga...
- ¿entonces por qué lo estabas escuchando?
- mi ex novia Mara debió ponerlo, me lo regaló en alguna fecha especial, creo; y ya que hace dos días le presté el automóvil, seguramente lo puso a propósito.
- ¿La extrañas?
- ¡diablos, no! ...es solo que no se negarme cuando me pide un favor

Puse el disco en su cajilla. Se veía nuevo, dorado y reluciente, como el día en que me lo habían regalado. Pasé mis dedos por sus contornos, sobándolo, madurando la idea ...y lo lancé por la ventana, con fuerza. Gaby soltó un gemidito de sorpresa - de esos de niña que hace travesuras - mientras el disco estallaba en la calle, contra de un muro, en mil coloritos refulgentes. Puse otro disco, alguno al azar y “American Woman” sonó estridente, como si hubiera sido grabada ayer. Gaby sonrió aún más - por poco pierdo el control del volante - le subió al volumen y tomó un cigarrillo de mi cajetilla, que terminó en su boca... ¡esa boca!

llévame a la playa, señor vejete – me dijo.

Tomamos la carretera que conduce al puerto más cercano, Gaby cantaba a todo pulmón dude looks like a lady y yo la acompañaba con los coros. Hacía lo menos quince años que no cantaba así, me dolía un poco la garganta, pero me sentía liberado, poderoso y juvenil. Miré el velocímetro, estaba manejando a poco menos de cien km/h y sentí de pronto la necesidad de acelerar. Todo este asunto de la música, la chica en el asiento de junto, su perfume de flores y su boca de carmín furioso me estaban sacando de ese cómodo control adulto, de ese hartazgo que llega con la edad. En un flash me acordé de Alejandro, mi amigo muerto en este mismo tramo cuando ambos éramos adolescentes: murió instantáneamente salirse de la carretera. Me pareció ver su fantasma, estaba en mi cabeza, con sus chistes baratos y actitud burlona, yo nunca fui tan valiente como él, nunca tan estúpido ni tan joven. ¡Métele pata wey... manejas como viejita...! me dijo su recuerdo sonriente mientras le miraba las piernas a Gaby, así que hundí mi pié en el acelerador hasta que el auto comenzó a rugir lenguas de fuego. Alejandro gritó esa noche como si estuviera vivo, ¡¡AHUEVOOOOOOOOOOO!! y a mi se me humedecieron los ojos un poco.

El mar estaba en calma, la brisa soplaba suavemente y a lo lejos se veían pequeñas lucecitas doradas, seguramente barcos ligeros, pescando en medio de la noche. Gaby estaba bebiendo una cerveza - ella me había indicado donde comprarlas - y yo cargaba las restantes entre mis dedos - vamos, es por aquí - me dijo casi en secreto y yo la seguí por la arena y la oscuridad hasta una casa junto al mar, de una patada abrió la verja de madera y avanzamos por un sendero hasta una terraza bañada de luz de luna – aquí nunca viene la policía – me dijo, y yo sonreí incrédulo, menudo lío se me armaría si me detenían allanando una casa, bebiendo cerveza con una menor:

(CORRUPTOR DE MENORES ALLANA CASA EN EL PUERTO, LOS FAMILIARES DE LA NIÑA PIDEN SUS TESTÍCULOS )

Fue hasta que ella sacó de su bolsa una llavecita – la casa es de un amigo - que yo dejé de pensar en luces destellantes y celdas frías.

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